2/10/11

En el Islam la “libertad de expresión” es a favor de la justicia.

Al Islam se le acusa de ser un sistema fascista, totalitario, una teocracia, etc, etc. Alhamdulilah sabemos que como viene de Allah que es todo Misericordioso y Compasivo, eso está muy lejos de ser la verdad. Además basta con pasar nuestros ojos sobre los muchos ejemplos que la historia nos comparte sobre cómo los gobernantes musulmanes que se apegaron al Islam nunca fueron opresivos con sus gobernados, ya fueran musulmanes o no musulmanes. Especialmente las biografías de los cuatro califas bien guiados (Abu Bark, Uzman, Umar y Ali) están plagadas de ejemplos donde no sólo emerge la extraordinaria piedad de estos musulmanes, sino también la justicia y la eficiencia de las leyes con las que ellos gobernaban: las de Allah azza wa yal.  Que sirva pues el siguiente ejemplo como muestra de que la igualdad entre gobernante y gobernado es parte del din y de que nos urge recuperar el carácter de los primeros musulmanes si queremos mejorar la condición de nuestra nación.
El siguiente es un incidente sucedido en los tiempos del califa Mu’awiya (ra) luego de la fitna ocurrida entre los seguidores de Ali ibn Talib (ra) y  él.
“Un día, Jariya Ibnu Qudama Al Saadi se presentó ante Mu’awiya quien en ese entonces era la cabeza del Estado Islámic. En ese momento, tres ministros del  emperador Romano estaban presentes también. Mu’awiya le dijo a Jariya: ¿no acaso eras tú uno de los seguidores de Ali en tods sus opiniones? Jariya dijo: deja a Ali a un lado (que Allah lo honre) pues nosotros no lo hemos despreciado pues lo amamos, ni lo engañamos pues lo aconsejamos.
A esto, Mu’awiya le dijo: ¡Ay de ti Jariya! Debiste haber sido muy bajo a los ojos de tus padres que te llamaron Jariya (que significa chica esclava o sirvienta).
Jariya le contestó: tu debiste haber sido muy poca cosa a los ojos de tus padres que te llamaron Mu’awiya, como la perra en celo que ladraba y provocaba a los perros.
Mu’awiya gritó: ¡cállate tu hombre sin madre! Y Jariya respondió: tu cállate oh Mu’awiya (no le dijo emir de los creyentes), que yo tengo una madre que me parió por las espadas con las que algún día nosotros te enfrentamos. Y luego te dimos nuestra promesa de lealtad, para escucharte y obedecerte, siempre y cuando nos gobiernes con lo que Allah ha revelado. Así que si tú cumples tu promesa, recuerda que aún nos quedan algunos de nuestros hombres más feroces y mucho de armamento y que ellos no te dejarán abusar de ellos ni perjudicarlos.
Mu’awiya exclamó: ¡que Allah nos libre de gente como tú!
Jariya contestó: ¡tú! (nuevamente no le llama emir de los creyentes),  di algo bueno y sé cortés, pues los peores gobernantes están en el infierno. Jariya se fue luego muy enfadado sin ni siquiera pedirle permiso a Mu’awiya para retirarse.
Los tres ministros se volvieron hacia Mu’awiya y uno de ellos dijo: nuestro emperador no hubiera sido interpelado así por ninguno de sus súbditos sin que el súbdito estuviera postrado ante él, con su frente al pedestal de su trono. Si la voz de uno de los más cercanos a él o cualquiera de su familia inmediata se elevara así, ellos bien podrían ser cortados en pedazos, o quemados vivos. Así que ¿cómo es que este tosco árabe del desierto con su comportamiento mal amanerado, viene y te amenaza así, como si fuera tu igual?
Mu’awiya sonrió y luego dijo: yo gobierno a los hombres que no tienen miedo de nadie que los censure cuando se trata de la verdad, y toda mi gente es así como este árabe del desierto: ninguno de ellos se postra ante otro que no sea Allah (swt), ninguno de ellos se queda callado ante la injusticia y yo no soy superior, ni mejor que ellos excepto en piedad. Yo le he dicho palabras provocadoras al hombre y él me respondió correctamente. Yo fui quien comenzó y por lo tanto soy yo más culpable que él.
Al escuchar esto, el más anciano de los ministros romanos rompió en llanto y al ver esto  Mu’awiya le preguntó por qué y entonces aquél le dijo: antes de hoy pensábamos que nosotros éramos sus iguales en términos de protección y fuerza, pero después de ver esto me temo que algún día su autoridad se esparza por nuestro imperio.” (1)
Y si bien el episodio lo demuestra, en el Islam los gobernados tienen derecho de defenderse como iguales ante sus gobernadores, a esto no se le conocía como libertad de expresión. De hecho no hay un concepto equivalente a la libertad de expresión como la conocemos hoy día. Existe en el Islam un conjunto de derechos y obligaciones (muhasabah y hisba) que todos deben observar para impedir la desviación de los gobernantes con respecto a sus obligaciones islámicas y para así preservar la paz y la justicia. A diferencia de lo que vivimos en la actualidad en los sistemas laicos y democráticos, el Islam protege los derechos de terceros censurando la calumnia y cualquier otro hecho que afecte el honor de los individuos, ya sean gobernantes o no; ya sean musulmanes o no. Los derechos que concede el Islam no tienen como propósito generar capital impulsando la “industria” del chisme o del entretenimiento ni la competencia política basada en difamaciones. En cambio el Islam, más que derecho a denunciar lo que no es aprobado por Allah estipula que esto es una obligación de cualquiera que sea testigo de una transgresión a las leyes de Allah (swt). Con esto promueve y responsabiliza a todos de la preservación del bien común en una sociedad. Ante todo el musulmán debe hablar  siempre con la verdad:
“Oh vosotros que creéis! Sed defensores y abanderados de la justicia, dando testimonio de la verdad por Dios, aunque vaya en contra de vosotros mismos, o de vuestros padres o parientes. Ya sean las personas involucradas adineradas o pobres, (tened en cuenta) que Dios se encuentra más cerca de ellos (que vosotros y Le atañe más su bienestar). No (esperéis obtener algo de los adinerados y no alberguéis una errónea compasión con los pobres y) sigáis vuestros deseos, para que no os hagan desviaros de la justicia. Si tergiversáis (la verdad) u os negáis (a presentar un testimonio verídico), sabed que Dios se halla perfectamente informado de todo lo que hacéis.” (4: 135)  (2)
1.       Jalal ad-Din as-Suyuti, “History of the Khalifahs who took the right way”, traducción de “Tarikh al-Khulafa”. Ta-ha Publishers, London.
2.       Ali Ünal. El Sagrado Corán y su interpretación comentada. Editorial la Fuente. Nueva Jersey. Página 234.